martes, 29 de octubre de 2013

Loco corazón...

Todos tenemos un sexto sentido donde guardamos lo incondicional. Lo estable.
Seguramente sea lo que nos relaje el corazón cada vez que se vuelva loco. Y seguro seguro que es lo que va a conseguir que concilie el sueño esta noche.

lunes, 28 de octubre de 2013

Deja que te cuente la historia de cómo me enamoré de ti.
Yo no quería querer. Ni a ti ni a nadie.
Después del último fracaso, me forjé el corazón en una operación de alto riesgo.
Robé el estaño y el cobre de entre los pocos sueños que me quedaban.
Necesitaba de ellos el futuro, que las grietas y raspaduras estaban llenas de historia.
El calor para fundirlos surgió de los abrazos y palabra de consuelo
 (o sinsuelo)
que pululaban a mi alrededor.
Cuando se enfrió todo, quedó una especie de bolsa de sangre y metal bien compacta
que latía lo justo para mi.
Para que no se le olvidara la experiencia, le tallé unas palabras: "el dolor alivia el amor".

Y continué. Porque nadie se muere por amor, ni por desamor.
Es más, se vive de amor y de desamor. Y si no es así es que estás muerto.
 Que yo no hablo de utopías. Hablo de realidades
de las que se te plantan de frente y te abofetean la cara.

De pronto un trocito de presente vino del pasado para recordarme que el futuro, sin sueños, no es futuro.
Es constantes vitales simples, y no se puede vivir con el encefalograma bailando Blues.
 Fuiste tú. Agarraste mi mecánico corazón sin permiso y lo hiciste arder  entre tus manos.
Separaste el cobre y el estaño de las grietas y devolviste mis sueños a su sitio.

Yo, aterrada, te lo arrebaté ensangrentado y salí a correr.
Una vez estuviste lejos, pude ver que habías tallado unas nuevas palabras:
 "el amor alivia el dolor".
Y no sabéis lo que pesa el mundo cuando cae a plomo sobre la espalda.

Volví a ti corriendo tan rápido como me permitió el orgullo.
Tú seguías acariciando mis sueños y emborrachándolos con whiskey solo.
 Entonces comprendí que el punto medio es un equilibrista bastante malo,
pero que lo nuestro siempre habían sido las alturas.
Que caerme no me daba miedo si estabas tú sonriendo y agarrándome desde la cuerda.
Que las heridas, bueno, escuecen, Pero ya nos curaremos juntos.

Que me prometí que no volvería a escribir un poema de amor,
y a ti te escribo una antología en sueños cada noche.